Rejas de San Esteban - San Ginés


Localización | La portada | La galería

La iglesia de San Ginés, una de las dos iglesias con que cuenta Rejas de San Esteban -la otra es la de San Martín-, fue románica en su origen pero, rehecha por entero a comienzos del siglo XVIII, sólo conserva de la primitiva construcción la galería adosada al costado meridional del templo y la puerta de acceso a través de ese mismo pórtico.

El edificio románico del que provienen estos restos puede datarse a mediados del siglo XII y, por supuesto, en fecha posterior a las iglesias porticadas de San Miguel y El Rivero de San Esteban de Gormaz por las que se ve influenciado.

Localización


Coordenadas UTM (Datum ETRS89 y WGS84)
  • Huso:30T; X=478.188; Y=4.607.883
Cartografía

La portada


La portada de San Ginés, casi idéntica a la de San Martín de la misma localidad, consta de tres arquivoltas, de las que la central apoya sobre columnas. La arquivolta interior es de flores cuadrifolias inscritas en círculos tangentes, la central está formada por un baquetón orlado de pequeñas puntas de diamante, y la exterior, más ancha que las otras dos, se adorna con bandas de billetes, de bolas y de entrelazos. Los dos únicos capiteles con que cuenta la portada son lisos. La imposta de la jamba izquierda está labrada con los comunes entrelazos de cestería, mientras que la de la derecha, atípicamente diferente, muestra roleos de zarcillos.

El arimez que contiene la puerta es, como ésta, de sillería y se remata superiormente mediante un alero con el frente tachonado de bezantes soportado por modillones. Algunos de éstos representan figuras, como las de un monje sentado que sostiene un libro sobre sus rodillas, una pareja de danzantes cogidos por las manos, y un centauro -figura que se repite en el capitel central del tramo izquierdo de la galería- que se gira para disparar su arco hacia atrás; otros, simples rollos escalonados, volutas o palmas.

La galería


Este es el deplorable estado en que se encontraba la galería antes de su restauración (la foto está tomada en 1998). Cegada, como lo estuvo la de San Martín, o en día no muy lejano la de Villasayas, o parcialmente la de San Miguel de San Esteban de Gormaz y la de Barca, o como lo están todavía las de Arganza y Alcozar en esta misma provincia de Soria, se utilizaba para dependencias auxiliares de la iglesia, depósito y almacenes. Hoy luce como se aprecia en las demás fotos (año 2003) donde se evidencian las heridas que estas piedras, contradictoria y alternativamente cuidadas o estragadas por la mano del hombre, han sufrido a lo largo del tiempo.
Consta la galería de seis arcos, de los que el de mayor luz hace de entrada. A la derecha de éste, visto desde fuera, hay tres arcos completos y a la izquierda dos más el arranque de un tercero truncado en época posterior. Sin duda el vano de acceso era en origen más estrecho y se producía una distribución simétrica de tres arcos a cada lado. Todos los arcos, también la puerta, van trasdosados con chambrana de tacos.
A excepción de la puerta, cuyo arco estriba sobre las jambas, los demás arcos lo hacen sobre columnas de doble fuste. Todos los cimacios de los capiteles presentan igual ornamentación: la característica banda de roleos vegetales. Es de notar que la columna central de este tramo menor posee un fuste más corto que los demás; la basa no descansa directamente sobre el podio, sino sobre un plinto interpuesto.
Aquí se aprecia con claridad el arranque del tercer arco desaparecido.
Este tramo acusa más acentuadamente los destrozos sufridos en fustes y capiteles, y sobre todo en los ábacos y cimacios que han desaparecido en el frente donde han quedado enrasados con el paramento.
Primer capitel (izquierda) del tramo izquierdo.
Dos aves de largos cuellos que se cruzan para picotearse mutuamente la pata que tienen adelantada. En el centro un árbol de cuyas ramas penden frutos bulbosos. En otra perspectiva de este capitel se aprecia la simetría compositiva del mismo.
Capitel central del tramo izquierdo.
En la cara sur del capitel, un cuadrúpedo no definido muerde la pata delantera de un león que ocupa la cara oeste de dicho capitel. En la cara oriental, un fantástico animal de aspecto canino con dos cabezas que miran opuestamente, cuyos cuellos quedan abrazados por un collar. En la cara norte, esa misma bestia muestra en el extremo de su cola una tercera cabeza de amenazante boca muy dentada; contra ella dispara su arco un centauro.

Tercer capitel del tramo izquierdo.
En la cara sur, tres personas en una barca simbolizando, quizás, el viaje de las almas que se escenifica frecuentemente de esta manera. En las otras caras, un cuadrúpedo de esbeltas patas y cola tan larga como ellas, y la bíblica estampa de Sansón desquijarando un león.

Primer capitel (izquierda) del tramo derecho.
En ambos ángulos del capitel se repite una escena parecida: dos animales de aspecto felino y patas desmesuradamente largas (como las del resto de los cuadrumanos de esta galería) que, en el caso de la foto al margen parecen saltar uno sobre el otro, mientras que en la otra arista del capitel se sitúan con las cabezas afrontadas bajo la mirada de otro congénere cuya testa aparece en el vértice superior.
Segundo capitel del tramo derecho.
Dos figuras humanas centrales entre otras dos animalescas. Pudiera tratarse de una escenificación de la psicostasis, es decir, de la ponderación de las almas y de las acciones, en cuyo caso la figura lupina de la izquierda bien podría representar al diablo. Si así fuera, la de la derecha debiera personificar, según la iconografía más tradicional, a San Miguel, lo que no parece suceder.
Tercer capitel del tramo derecho.
Este capitel, que ha perdido completamente su frente meridional, conserva el ángulo noreste en el que está siendo martirizado alguien (seguramente San Lorenzo) que, con las manos atadas por las muñecas, sufre serenamente tendido sobre una parrilla.
Cuarto capitel del tramo derecho.
En el ángulo suroeste aparece un león en actitud de atrapar una presa, quizás un cordero, mientras que en el ángulo noroeste dos perros atacan al depredador, pudiendo tratarse del pastor el que, con los brazos en alto, contempla la escena.
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