Toro - Colegiata de Santa María la Mayor


Localización | Estado anterior a las restauraciones | La planta | Las bóvedas | Los ábsides | El cimborrio | La iluminación | La torre | El interior | La portada Sur | La portada Norte | La portada Oeste

La iglesia-colegiata de Toro, dedicada a Santa María la Mayor, es filial en sus rasgos constructivos y estilísticos de las catedrales de Salamanca (la Vieja) y de Zamora. Destaca en ella y le confiere personalidad propia el singular cimborrio de ostensible similitud al de las citadas catedrales.

Fue declarada Monumento Nacional el 4 de abril de 1892.

Inicialmente debió constituir una fundación monástica en forma de abadía, pasando algún tiempo después, en fecha no determinada, a erigirse en colegiata de canónigos regulares. Con este régimen ha estado funcionando hasta su desaparición en aplicación del Concordato de 1851.

Pudo iniciarse la construcción del edificio actual, sustituyendo a otro templo más antiguo de la misma advocación, hacia 1160, bajo el reinado y patronazgo de Fernando II de León, encontrándose en fase de conclusión en 1240. Estas fechas evidencian la posterioridad de la colegiata de Toro con respecto a la catedral de Zamora que había sido consagrada ya en 1174, y también la lentitud con que se llevaron a término las obras (en torno a 80 años).

Un período tan dilatado hubo de ser cubierto, necesariamente, por más de una generación de arquitectos. Se aprecia con claridad la intervención de al menos dos maestros constructores o dos talleres: Al primero se debe, entre otras partidas, la cabecera, la zona inferior de los muros exteriores y la portada de la fachada norte. La piedra utilizada en toda esta fábrica es de caliza de tono grisáceo claro. Al segundo artífice hay que atribuirle como obra destacable el resto de los muros exteriores y la cubrición de la nave central. La piedra empleada es arenisca de color rojizo, cambio que se patentiza en los lienzos exteriores norte y sur.

Localización


Coordenadas UTM (Datum ETRS89 y WGS84)
  • Huso:30T; X=300.190; Y=4.599.258
Cartografía

Estado anterior a las restauraciones


La Colegiata ha sido objeto a partir del siglo XX de múltiples trabajos de restauración de mayor o menor calado a fin de conservar su fábrica y adecuar su aspecto al originario medieval. Una de las primeras intervenciones fue la realizada por el arquitecto Alejandro Ferrant Vázquez entre los años 1932-36 a la que siguió otra del arquitecto Luis Menéndez Pidal en 1942 y en el periodo de 1948-51. Pero la de más trascendencia fue sin duda la llevada a cabo por el arquitecto Francisco Pons-Sorolla Arnau en la década de los 50 que afectó a toda la cabecera y a las dependencias que se habían ido adosando en torno a ella. La Torre se restauró en 1982 y el Pórtico de la Gloria en los años 1987-96. En 1999-2000, bajo la dirección del arquitecto Claudio Pedrero Encabo, se protegieron con chapa de cobre las cubiertas de los ábsides, naves del transepto y otras. La portada norte acaba de ser rehabilitada en 2012.
Las fotografías inéditas que se exponen a continuación fueron realizadas por el arquitecto Manuel Aníbal Álvarez Amoroso en los últimos años del siglo XIX y dan idea de las transformaciones sufridas por la Colegiata a lo largo del siglo pasado debido a las actuaciones de restauración mencionadas.
La comparación de esta imagen de conjunto con la que encabeza la presente página pone de manifiesto la existencia de notables diferencias: existían una serie de construcciones bajas que envolvían el ábside de la epístola y parte del central adosadas al muro oriental del brazo sur del transepto y a la sacristía que da prolongación al mismo y que aún subsiste; el ábside principal tenía remontado su tambor de forma que ocultaba la parte superior del hastial de la nave central; también el cimborrio se había sobreelevado con un anillo ciego por encima de la actual cornisa y su cubierta era de escasa pendiente; las torrecillas unidas al cimborrio poseían una cubrición casi plana inapreciable desde el exterior que daba la impresión de estar inacabadas.
Esta segunda imagen tomada desde más cerca permite apreciar mejor hasta qué punto el ábside lateral había quedado atrapado por las construcciones parásitas que ocultaban casi por completo una de las ventanas del ábside principal y afectaban a otras dos. Se deja ver con claridad el cuerpo postizo superior de la capilla mayor perforado por huecos rectangulares y, a la derecha, otro elemento añadido que es de suponer que encerraba el ábside del evangelio.
En 1958 todos esos postizos habían desaparecido. En efecto, en esa fecha la Dirección General de Bellas Artes organiza una exposición bajo el título «Veinte años de restauración del Tesoro artístico y monumental» que recopila las actuaciones llevadas a cabo entre 1938-58 por la Comisaría de Defensa del Patrimonio Artístico Nacional. Con tal motivo la Dirección General de Bellas Artes editó un catálogo de la exposición en cuya lámina CLVIII se muestra esta fotografía del estado de la Colegiata en ese momento tras la restauración de Pons-Sorolla. No obstante, esas obras de restauración debieron ejecutarse en dos fases, pues en el catálogo de fotos Orte correspondiente a Toro en www.bildindex.de se encuentra esta fotografía de hacia 1910-30 en la que se observa que, si bien no se ha derribado todavía la construcción adosada a la sacristía y existe un muro bajo por delante de la cabecera, el ábside de la epístola queda frontalmente despejado y las ventanas del ábside central lucen en su original hechura, aunque persiste el cuerpo superior de dicho ábside.
Ocupando el vano de la ventana a modo de hornacina hubo una imagen que luego se retiró. La portada poseía los seis grupos de triples fustes primitivos que Alejandro Ferrant sustituyo por otros nuevos en 1932. Las pilastras que enmarcan el hueco de entrada al atrio se remataban con figuras que se han reemplazado por bolas de piedra en la actualidad.
La portada de la Majestad, aparte de labores de restauración de su policromía, no ha sufrido alteraciones de otro tipo como puede deducirse de la contemplación de esta fotografía en relación con las actuales.

La planta


En la adjunta figura se recoge un esquema de la planta del templo sin los añadidos posteriores: la sacristía que prolonga el ala sur del transepto, y el atrio (en algún tiempo capilla y hoy recinto cerrado) que precede a la portada occidental.
Es de cruz latina con tres naves -algo más ancha la central- divididas en tres tramos y rematadas por sendos ábsides, disponiendo la principal además de amplio presbiterio. El transepto es de igual anchura que la nave principal, lo que da lugar a un crucero de planta cuadrada; su longitud es ligeramente superior a la anchura de las naves, de forma que apenas se manifestaría al exterior de no ser porque su altura, idéntica a la de la nave principal, rebasa considerablemente la de las naves laterales. Posee una torre adosada a la fachada occidental en su extremo norte. En todo lo anterior la planta de la Colegiata es igual a la de la Catedral de Zamora, con la salvedad de que ésta posee cuatro tramos en lugar de tres. Para conseguir la mejor accesibilidad está dotada la iglesia de tres puertas, una en cada uno de sus costados y otra en el imafronte.
Como se ha dicho, en época posterior se añadió una sacristía al frente meridional del transepto, y un atrio ante la portada de poniente.

Las bóvedas


Nave central

Bóveda de cañón apuntado reforzada por arcos fajones doblados. Hay que hacer notar que esta forma de cubrición estaba ya superada por otros tipos más avanzados, como el de crucería. Éste se había empleado anteriormente en las naves laterales, no obstante en la central se retorna a modelos más primitivos que debieron parecer menos arriesgados. La adopción de la bóveda de cañón fue una decisión de última hora, pues los pilares cruciformes que la habrían de soportar estaban dotados de columnas adosadas para apeo de unas nervaciones inexistentes, por lo que han quedado sin funcionalidad y terminan inesperadamente a la altura de la imposta, como puede apreciarse aquí.

Naves laterales

No existe homogeneidad en el abovedamiento de las naves laterales. El primer tramo de cada una de ellas se cubre con bóveda de aljibe de cañones apuntados que aparenta ser una bóveda de crucería por los cuatro nervios diagonales que la refuerzan en sus aristas. Los dos tramos restantes se techan con bóveda de crucería de ocho nervios: cuatro diagonales y otros cuatro más que cargan sobre las claves de los arcos que la delimitan.
En la imagen adjunta puede observarse esta disposición; en primer plano, el tramo segundo de la nave derecha, y al fondo, la bóveda del primer tramo. Con mayor detalle puede verse aquí el tramo primero de la opuesta nave izquierda.

Transepto

También, como la nave central, se cubre el transepto con una bóveda de cañón apuntado de la misma luz y altura que la de aquélla. Y también aquí, como se ha dicho en relación con la bóveda de esa nave, la solución llevada a la práctica no fue la proyectada inicialmente; prueba de ello es la inactiva presencia de las dos columnas acodilladas en los ángulos del fondo que no tienen ninguna misión estructural ni constructiva. El otro ala del transepto, el norte, sólo difiere en el tamaño del rosetón que se abre en su hastial.

Cabecera

La capilla mayor (a la que corresponde la adjunta imagen) posee bóveda de horno. El presbiterio se cierra con bóveda de cañón apuntado como una prolongación de la bóveda de la nave central. Las capillas laterales, tanto la izquierda como la derecha, se cubren asimismo con bóvedas de horno, pero, a diferencia de la capilla principal, los espacios rectos que las preceden poseen bóvedas de cañón semicilíndrico. El abovedamiento de la cabecera conforme a cánones netamente románicos es indicativo de que esta parte del templo se erigió en primer lugar, con anterioridad a las naves y al transepto.

Los ábsides


Cada una de las naves está encabezada en su extremo oriental por un ábside de planta semicircular, el central más prominente y de mayor altura. Descansan los ábsides sobre un basamento y se dividen horizontalmente en dos cuerpos, de los que el inferior es ciego en todos los casos, pero, mientras que su paramento es liso en los laterales, forma una arquería de escaso relieve en el central. En el cuerpo superior de los laterales se abre una estrecha ventana bajo arco de medio punto con columnillas y capiteles. En el del ábside principal se disponen tres grupos de tres arcos de similares características, de los que sólo uno de cada terna alberga una ventana. Cuatro columnas encastradas recorren el ábside central en toda su altura dividiéndolo en tres calles verticales.
Las cornisas de los tres ábsides están formadas por arquillos que descansan sobre ménsulas piramidales invertidas. Estos pequeños arcos de estilo lombardo, tan profusamente usados en el románico catalán, son comunes a otras zonas del Duero en las que se realizaron edificaciones tardías, ya iniciado el siglo XIII. Así, en el ábside de San Miguel de Bordecorex se ven estos mismos arquillos, aunque allí las ménsulas sean de rollos, lo mismo que sucede en San Miguel de Caltojar, donde se escalonan en un doble orden.
La columnas que soportan los arcos, ciegos o ventanales, de los tres ábsides están coronadas por sendos capiteles en su mayor parte de ornamentación vegetal, en algunos casos muy deteriorada. No obstante, uno de esos arcos presentas dos capiteles con figuras de cierto interes: uno de los capiteles muestra en su cara frontal un caballo ensillado y listo para montar, de un realismo poco propio de la iconografía románica; el otro capitel representa una aves de rapiña de corvos picos entrelazados por palmas.

El cimborrio


 

 

Como es común, el cimborrio constituye el elemento de cubrición del crucero, siendo el de Toro de imponente presencia. Resalta sobre el conjunto arquitectónico atrayendo la atención del observador que lo contemple, bien por el exterior, bien por el interior.
Como ya se ha dicho, el cimborrio debió ser una solución improvisada de última hora, pues la estructura portante no estaba inicialmente diseñada para este tipo de cubrición. Sobre los cuatro arcos torales del crucero estriba un sistema de pechinas de irregular curvatura que no forman triángulos esféricos ni son partes de una bóveda baída. Soportan una elevada linterna de planta hexadecagonal formada por doble orden de ventanales; en cada uno de ambos niveles se disponen dieciséis huecos bajo arcos de medio punto. Por necesidades estructurales y de estabilidad, más que compositivas, se adosaron a la linterna cuatro torrecillas que se corresponden en proyección horizontal con los cuatro pilares del crucero y que actúan a modo de cotrafuertes de la atrevida fábrica. El remate cimero no corre a cargo de una cúpula, como suele ser lo habitual, sino de un haz de dieciséis nervios que funcionan como vigas de directriz curva y sostienen la plementería de ladrillo. Se cubre todo ello con faldones de teja curva sobre armazón de madera.
Estilísticamente sigue el modelo de cimborrio de la catedral de Zamora, primero de su género, y del de la catedral vieja de Salamanca después. Como este último, el de Toro posee doble orden de ventanales, mientras que el de Zamora sólo dispone de uno.

Ver artículo dedicado a: Los cimborrios del Duero

Nota:
El BOE núm. 266 de 4 de noviembre de 2008 (www.boe.es/boe/dias/2008/11/04/pdfs/A43999-44001.pdf) publica una «RESOLUCIÓN de 15 de julio de 2008, de la Dirección General de Patrimonio Cultural, de la Consejería de Cultura y Turismo, por la que se acuerda incoar procedimiento de adecuación en la categoría de monumento, del bien de interés cultural denominado, la Iglesia-Colegiata de Santa María La Mayor en Toro (Zamora)», en cuyo ANEXO-Descripción se incluye este párrafo:

«El cimborrio interiormente se dispone sobre los cuatro arcos torales del crucero, estribando un sistema de pechinas de irregular curvatura; soportan una elevada linterna de planta hexadecagonal formada por dos niveles de ventanales, en cada uno de los cuales se disponen dieciséis vanos bajo arcos de medio punto; se remata por medio de dieciséis nervios que funcionan como vigas de directriz curva y sostienen la plementería de ladrillo. Exteriormente se adosan a la linterna cuatro torrecillas que corresponden en proyección horizontal con los cuatro pilares del crucero, actuando como contrafuertes; se cubre con faldones de teja curva.»
Como puede apreciarse dicha descripción se ha basado, no literalmente aunque sí a retazos, en el texto de esta página web.

La iluminación


Ventanas

Como se acaba de indicar, los ábsides están hendidos por estrechas ventanas que poca iluminación aportan al interior de las capillas de la cabecera. Para reforzarla existe una sencilla ventana en el paramento oriental del transepto, por encima de la bóveda de cada ábside lateral, y dos ventanas más del mismo tipo a los lados del presbiterio. Mayor claridad se obtiene a través de las dieciséis ventanas que calan la linterna del cimborrio. En la fachada norte se abren tres ventanas de mayor porte y de variada hechura de las que cabe destacar, por su original diseño, la situada en el último tramo: dos arquivoltas ojivales decoradas, la exterior con cabezas humanas, una cabeza de cerdo y otras figuras, y la interior con rodillos, descansan sobre tres capiteles de ornato vegetal y un cuarto que muestra extraños lagartos. Los fustes se dividen en dos partes entre las que se interpone un baquetón.

Rosetones

Seis rosetones de diverso tamaño y trazado completan los huecos por los que recibe luz el templo: tres de ellos se abren en sendos hastiales de las dos alas del transepto y del presbiterio, otro sobre la portada meridional, y dos más en las dos caras exteriores del último tramo de la nave derecha.

La torre


Ya se ha dicho con referencia a la planta de esta Colegiata, en relación con la de la Catedral de Salamanca, que ambas construcciones presentan identidades en algunos aspectos, entre otros en la ubicación de la torre en el extremo norte de la fachada occidental. Se trata de un prisma de sección cuadrada con contrafuertes y recios muros, salvo en el ángulo noroeste en el que se aprecia una merma de espesor incomprensible desde el punto de vista constructivo que debió responder a otros imperativos; lo cierto es que la precaria estabilidad de su estructura dio lugar a las primeras obras de consolidación a comienzos del siglo XVI y a unas segundas y definitivas dos siglos después. En esta ocasión se demolió la parte cimera de la torre y se construyó en su lugar el actual pináculo ochavado.

El interior


La organización general de los volúmenes interiores y su sistema de cubrición ya han quedado descritos al tratar de la planta y de las bóvedas. Todo el conjunto está ejecutado en sillería bien despezada, a excepción de la plementería del cimborrio que es de ladrillo guarnecido. Seis pilares exentos cruciformes compartimentan el espacio interior definiendo las naves y sus tramos. A ellos se adosan, de forma asimétrica según las necesidades estructurales, semicolumnas de dispar altura que alcanzan el doble nivel de imposta perimetral. El nivel inferior corresponde a la imposta sobre la que estriban los arcos formeros y los de separación de los diversos tramos de las naves laterales. La imposta superior se sitúa en el nivel de arranque de los arcos perpiaños de la nave central.

Con independencia de las tallas, imágenes, retablos y otros elementos decorativos con que cuenta el templo en su interior, entre los arquitectónicos hay que mencionar los capiteles de las columnas adosadas a los soportes de los arcos torales. Algunos de ellos contienen representaciones de temas vegetales, a base de hojas, palmetas, bulbos, etc. Pero otros, como el más divulgado de Daniel entre los leones, muestran escenas bien compuestas y labradas. Pueden apreciarse en la siguiente

La portada Sur


Esta portada, como la opuesta del lado Norte, es atribuible al primer maestro o taller que intervino en la construcción de la colegiata y puede datarse hacia 1170. Arco ligeramente apuntado compuesto por cuatro arquivoltas, de las que la interior descarga sobre las jambas de la puerta y las otras tres sobre otras tantas columnas elevadas sobre alto podio. Las arquivoltas son baquetonadas y se adornan con sencillos motivos geométricos y vegetales.
Ábacos e imposta de hojas treboladas. Capiteles de ornamentación vegetal con hojas y volutas de aspecto corintio.
Capiteles del lado derecho similares en todo a los opuestos de la izquierda.

La portada Norte


Como ha quedado dicho, esta portada y la correspondiente meridional se deben al primer maestro y debieron realizarse en torno a 1170. Los arcos son de medio punto y están formados por cuatro arquivoltas: la interior apoya sobre las jambas de la puerta, mientras que las otras tres lo hacen sobre agrupaciones poco frecuentes de triples columnas que sostienen un ábaco común. Los fustes de estas columnas descansan sobre basas que se alzan sobre un alto podio. Las arquivoltas poseen una magnífica ornamentación como a continuación se describe con mayor detalle. El conjunto trae reminiscencias de la obra del maestro Mateo.
Capiteles y arranque de las arquivoltas del lado izquierdo.
Los ábacos lucen decoración de hojas de cardo vueltas. Los capiteles están bastante maltrechos no pudiéndose adivinar en alguno de ellos su primitiva composición decorativa. Se aprecian motivos vegetales semejantes a los de la portada meridional.
Capiteles y arranque de las arquivoltas del lado derecho.
Similar composición que la del lado opuesto. Los capiteles poseen temáticas parecidas y no están en mucho mejores condiciones que los de la otra jamba, a excepción del triple capitel interior en el que todavía pueden verse animales cuadrúpedos de aspecto equino y jinetes.
Cuatro arquivoltas, la segunda y la cuarta de composición figurativa, enriquecen ornamentalmente la magnífica portada. La tercera de ella repite en cada dovela una flor de cardo con las hojas abiertas y sus extremos vueltos hacia el interior.
Arquivolta interior:
En cada uno de los lóbulos que forman sus dovelas se van alternando elementos vegetales y bustos de ángeles con la alas desplegadas. Estos se disponen de forma radial a excepción de los tallados en cada salmer que se mantienen en posición vertical.

Arquivolta segunda:
Catorce ángeles turiferarios portando sus respectivas navetas de incienso se encaminan hacia la figura central que ocupa la clave: Cristo mayestático y nimbado en la habitual actitud de bendecir.

Arquivolta exterior:
De forma parecida a lo visto en la portada de Santo Domingo de Soria, aunque con menor perfección en la talla y en peor estado de conservación, esta última arquivolta representa a los 24 ancianos músicos del Apocalipsis que tañen diversos instrumentos musicales. Todos están sentados sobre un banco corrido y reposan sus pies en respectivos escabeles. Ocupando una posición preeminente, en la clave, Cristo flanqueado por la Virgen y un santo barbado.

La portada Oeste


La portada occidental, conocida como «Portada de la Majestad», es por su riqueza iconográfica y por su policromía la joya de la Colegiata. No se utiliza hoy como tal puerta de acceso, sino que se exhibe al visitante en el marco de un recinto museístico que forma el atrio, luego cerrado, que la precede.

Iniciada en fecha no determinada, tal vez a mediados del siglo XIII, bajo una concepción todavía románica tardía, se debió finalizar en las postrimerías de dicho siglo cuando ya las corrientes estilísticas del gótico desplazaban pujantes las caducas formas constructivas basadas en el arco de medio punto.

Sólo las columnas que habían de soportar las arquivoltas pertenecen al periodo románico, es decir, al de construcción del templo, aunque fuese en su fase final ya entrado el siglo XIII. No dejan de ser atípicas por la aparente formación de un doble orden superpuesto, si bien el inferior es más bien un alto podio cuyo paramento no es liso sino compuesto de una sucesión de semicilindros en correspondencia con las columnas. Los esperados arcos que estribarían sobre la columnata no se ejecutaron nunca y en su lugar, para alcanzar la altura del hueco adintelado, se levantaron ocho hornacinas que albergan otras tantas figuras estáticas de unos personajes cuya disposición a uno y otro lado de la portada pretende guardar una cierta simetría: así, al interior, dos reyes de Judá: Salomón a la izquierda y David a la derecha; las dos figuras centrales de ambos grupos son imágenes de profetas: Isaías y Daniel a la izquierda y Jeremías y Ezequiel a la derecha; por fin, las figuras extremas pertenecen a dos ángeles o arcángeles: el de la izquierda sin identificar y Gabriel a la derecha.

Los capiteles responden a temas muy dispares: el de la imagen adjunta, el exterior del lado izquierdo, representa una escena profana, inserta en una leyenda popular, en la que una acémila cargada de leña se resiste a caminar sin que dos personas que tiran de ella o la empujan lo logren; su opuesto del lado derecho muestra unas aves monstruosas de largas colas y no menos largos cuellos que se entrelazan afrontando las cabezas de aspecto de reptil de dos de ellas; algunos capiteles presentan toda una variedad de formas vegetales; otros, por lo general bastante deteriorados, relatan el nacimiento de Jesús, la adoración de los Reyes Magos, la matanza de los inocentes y otras citas evangélicas relativas a la infancia de Cristo.

Excede del propósito de esta web, dedicada fundamentalmente al arte románico, entrar en un análisis pormenorizado de la iconografía de esta gótica portada, pero no por ello quedan sin ofrecer abajo algunas bellas imágenes.

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